Wednesday, August 20, 2008

Cuando al apretar "play" se enciende más que el sonido de unos parlantes.

DEERHUNTER – CRYPTOGRAMS (Kranky, 2007)



Cuando llegó a mis manos la última obra de Deerhunter, lo primero que hice fue posar mis ojos en el arte del disco. Mirándolo fijamente bajo la luz artificial de una ampolleta, terminó por hipnotizarme y hacerme entrar en una fase de trance. Bajo el efecto de esa droga ocular, pongo el cd y lo empiezo a escuchar creyendo que soy el ciervo blanco que ocupa el centro de la carátula.
Bajo esta premisa, el disco se suscribe a una contextualización mental, bajo la cual cada tema va guiando el curso de la historia que uno crea en su cabeza. Eres el animal, estás en un bosque creyendo que tu única compañía allí son los numerosos árboles que pintan el escenario. Caminas lenta y tranquilamente, hasta que te das cuenta de que un punto rojo y luminoso se posa sobre tu cuello. Estás en la mira de un cazador, uno más de esos hombres inescrupulosos que van detrás de tu cabeza. Comienzas a correr, a esquivar todos los obstáculos presentes en el ambiente y, a medida que aumentas tu velocidad y esquivas un par de balas letales, el asesino va quedando atrás, tropezando con un tronco y jadeando como un animal más de los habitantes de ese terreno. Termina la persecución y has ganado, el cerdo ha quedado atrás. Te encuentras en el sector más oscuro del bosque, donde sólo un par de rayos del sol iluminan un lago cristalino que te invita a rehidratarte y descansar del desafío que hoy te ha puesto la vida. Encuentras una cueva donde sabes que estarás seguro por el resto del día, y decides dormir.
Despierto del trance y me doy cuenta que ya llevo la mitad del disco. Mi sueño ha terminado, ya no soy un ciervo, pero por alguna razón sigo prendida al sonido de este grupo. Pareciera como si el álbum estuviese friamente pensado para haceme pasar por diferentes pasajes dentro de mi cerebro: hipnosis – trance – divagación – alucinación – despertar. Luego de conocer algo de la banda, me doy cuenta que no tiene nada que ver ni conmigo ni con nadie más. Todo comienza en la cabeza de Deerhunter. Este quinteto de Atlanta pasó por una pesadilla – cambios en la alineación, la muerte del primer bajista y depresiones múltiples - antes de ver finalizada su segunda obra de estudio y primera con el sello Kranky, uno de esos que apuestan sólo por artistas que tengan algo diferente que decir y hacer sentir.
Casi dos años les tomó a Bradford Cox (vocalista y mártir de la banda) y compañía para terminar Cryptograms. Dividido en dos sesiones, la primera fue grabada sin éxito en 2005 y, según los miembros del grupo, terminó por atrofiar sus cerebros y sumirlos en sus más oscuros demonios, lo cual hizo que el disco casi no saliese a la luz por la mala calidad de la grabación y la falta de motivación plasmada en esa cinta. Casi exactamente un año después, volvieron al mismo lugar y se propusieron grabar nuevamente el disco, resultando en un relato de dos capítulos, cada uno grabado en un día entero.
La primera parte consta de una total experimentación musical y emocional, donde lo principal es lograr el ambiente para dejar la mente volar. Es aquí donde el nombre del disco lo explica todo: no hay ninguna explicación hasta que el oyente le dé su propio significado. El primer viaje termina con el tema “Red Ink”, donde la cinta rueda para darnos paso al segundo lado de la travesía. Sorprendentemente, al comienzo de “Spring Hall Convert” nos encontramos con un grupo totalmente distinto; voz, riffs de guitarra, batería y bajo. Entramos en otra esfera; nos salimos del ambiente sombrío para escuchar un pop más crudo y un lado más alegre de la banda, que es lo que quizás nos haga relacionarlos más con la escena “indie” actual, y lo que nos devuelve, al menos, a la atmósfera terrestre. Finaliza el carrete cerebral con “Heatherwood”, la canción más accesible del álbum y la que te permite mover los pies y la cabeza para seguir el ritmo, mientras Cox nos dice repetidamente “was not seen again” y se va sin decir adiós, esperando vernos en el próximo viaje.
A pesar de los polos por los que se pasea, el disco posee un exquisito orden que obliga a escucharlo de principio a fin y que demanda ser más que música para convertirse en una experiencia.

1 comment:

Anonymous said...

flo
no se
acabo de escribirte al face que me enviaras tu nombre del blog y ...llegue solita

tengo buena memoria